*—Uriel:
Al escuchar esa voz conocida, Uriel se giró de golpe. Ahí estaba Danny. De pie, sereno, pero con la mirada encendida.
Su amado sonrió suavemente antes de acercarse con paso decidido a la mesa. Sin pedir permiso, tomó asiento junto a Uriel. Su presencia cambió el aire de la sala. Era como si de pronto todo hubiera tomado gravedad.
—Danny… —susurró Uriel, sorprendido, casi con un nudo en la garganta—. ¿Qué haces aquí?
Danny se cruzó de brazos, mirándolo con una mezcla de ternura y reproche.
—Me dijiste que ibas a almorzar con un cliente, pero Erik me confirmó que tenías la agenda libre —explicó, alzando una ceja con clara intención de hacerlo sentir descubierto—. Así que supe que me mentiste.
Uriel hizo una mueca de culpa. Maldita sea, no pensó que Danny se daría cuenta tan rápido.
—¿Cómo supiste dónde encontrarme?
—Pensé que era con Erika al principio, pero cuando la llamé, me dijo que mamá la había contactado para que la acompañara a almorzar contigo. Que tenía algo “i