Nicolás valoraba mucho esta amistad, pero también amaba profundamente a Daniela y al niño; ellos eran su línea roja que no podía cruzarse.
Por eso le suplicaba a Fidel que no tuviera siempre prejuicios contra Daniela, y mucho menos que hiciera algo que pudiera lastimar a la madre e hijo.
De lo contrario, su amistad terminaría.
Fidel esbozó una sonrisa forzada.
—Entiendo, Nicolás. Apúrate a procesar este documento, y cuando termines podrás regresar a casa a acompañar a Daniela y al niño.
Nicolás asintió.
—Está bien.
Nicolás bajó la cabeza y comenzó a procesar el documento.
Fidel salió de la oficina. De repente se sintió inquieto porque había salido y no sabía cómo había ido la conversación entre Jessica y Daniela.
Fidel sacó su teléfono y marcó el número de Jessica.
En ese momento Jessica seguía en la villa, aún no se había ido. Al ver la llamada de Fidel, contestó:
—Hola, Fidel.
Fidel apretó el teléfono.
—Jessica, ¿cómo fue tu conversación con Daniela?
—Aún estamos conversando.
—Daniel