Él no levantó la mirada:
—Habla.
—Hace diez años, Gonzalo fue encarcelado por abuso infantil y tentativa de violación.
La punta del bolígrafo se detuvo bruscamente sobre el documento. Mateo levantó la cabeza, sorprendido, miró a Fernando:
—¿La víctima fue Valentina?
Asintió.
—Sí, presidente. El padre adoptivo de la señora es un pervertido y una basura de persona.
La cara de Mateo se retorció en una expresión sombría y amenazante. Había sospechado que Valentina le ocultaba algo, pero nunca imaginó que fuera algo de esa magnitud.
En ese instante sonó un teléfono. Era una llamada de un número desconocido.
Mateo contestó y escuchó la voz angustiada de Camila:
—¡Señor Figueroa, algo le pasó a Valentina!
Mateo agarró el teléfono con fuerza:
—¿Qué le pasó?
—¡Valentina fue al club nocturno con un cheque para ver a la bestia esa de su padre adoptivo! La seguí porque estaba preocupada, pero cuando entré, ella ya no estaba. ¡Ese monstruo se la llevó!
¿Qué?
Mateo salió corriendo del estudio y abri