Mateo había aceptado. Iba a casarse con Luciana.
Héctor y Nadia se acercaron alarmados.
—¡Mateo!
El rostro de Daniela se transformó.
—¡Mateo!
Luciana esbozó una sonrisa triunfal. Intercambió una mirada cómplice con Irina; ambas sonrieron. Habían logrado su objetivo.
Luciana estaba eufórica. Aunque su relación con los Celemín se había deteriorado, había conseguido convertirse en la futura señora Figueroa. Para ella, más valía un buen matrimonio que cualquier otro logro personal. Con el hechizo controlando a Mateo, aseguraba su posición como señora Figueroa para toda la vida.
Tomó el brazo de Mateo con gesto posesivo y sonrió dulcemente.
—Mateo, por fin has entrado en razón. Celebremos nuestra boda cuanto antes. Ser tu señora Figueroa ha sido siempre mi sueño.
Mateo la miró brevemente sin decir palabra.
Irina disfrutaba viendo las expresiones derrotadas de Héctor, Nadia y Valentina. Hacerles sufrir, amargarles la existencia, era precisamente lo que buscaba.
—Mateo, Luciana, felicidades —