Irina miró a Nadia con odio.
—Nadia, ¿estás feliz ahora? Tú me robaste a mi Héctor, me robaste el lugar de señora Celemín. ¡Todo lo que tienes debería ser mío!
Nadia se río con amargura.
—Irina, has perdido la cabeza. Siempre has codiciado al marido de otra y usaste brujería para hacerme daño. ¡Solo estás recibiendo lo que mereces!
Irina se levantó lentamente.
—¿Lo que merezco? ¡Tu propia hija no te quiere! ¡Tu hija prefiere estar conmigo!
Volteó hacia Luciana.
—Luciana, ¿quieres que Nadia sea tu madre?
Luciana sabía que había llegado el momento de elegir. Se acercó a Irina.
—¡No la quiero!
Nadia sintió como si le atravesaran el corazón. Luciana era la única hija que tenía con Héctor, pero ella seguía decepcionándola, sobrepasando todos los límites.
Durante todos estos años, Luciana no había crecido junto a ella y Héctor. Nadia sentía que había fallado, que le había fallado a su hija.
Viendo a Luciana ponerse del lado de Irina, Nadia intentó hacerla entrar en razón:
—¡Luciana!
—¡No me