Valentina se dio la vuelta para marcharse, pero en ese momento sonó su teléfono. Era Daniela quien llamaba.
Valentina contestó, pero apenas había dicho dos frases cuando Mateo le arrebató el teléfono.
—Señor Figueroa, ¿qué hace? ¡Devuélvame mi teléfono!
Mateo sujetó los hombros de Valentina: —Valentina, no te permito llevarte a Sofía. ¿Me has oído?
Valentina: —Señor Figueroa, usted no tiene derecho a decidir si me quedo o me voy. ¡Sofía y yo somos libres!
Mateo no iba a permitir que Valentina se llevara a Sofía. Acababa de recuperarlas y no podía perder a madre e hija otra vez.
Mateo quiso hablar, pero en ese momento sintió un intenso dolor de cabeza. Esa sensación de que su cabeza iba a estallar volvió a aparecer.
El rostro de Mateo palideció. Antes de venir ya había tomado analgésicos, pero el dolor era más fuerte de lo que había imaginado, completamente incontrolable.
En ese momento, Valentina empujó a Mateo: —Señor Figueroa, si usted no se va, me voy yo.
Valentina metió los dos bil