Daniela dijo: —Bien, ¡vamos ahora mismo!
Luciana se levantó y se fue con Daniela.
...
Valentina estaba en la mansión. Abrió la puerta principal y afuera estaba una figura alta y apuesta. Era Mateo.
¿Cómo podía estar aquí?
¿No tenía una cita para comer con Luciana?
Aquel día no había ido al ayuntamiento para registrar su matrimonio. Habían pasado dos días y no la había contactado, no la había buscado, ni siquiera le había dado una explicación. Por muy buena opinión que Valentina tuviera de Mateo, no podía evitar sentirse resentida. Ahora no quería verlo.
Valentina intentó cerrar la puerta, dejando a Mateo fuera.
Pero la mano de Mateo detuvo la puerta, impidiéndole cerrarla. Mateo miró a Valentina: —Valentina, no cierres la puerta.
Valentina posó sus ojos en el apuesto rostro de Mateo: —Señor Figueroa, ¿a qué ha venido?
Mateo sonrió: —Valentina, ¿ahora me llamas señor Figueroa? Eso suena demasiado distante, ¿no crees? Se supone que vamos a casarnos.
¡Aún tenía el descaro de mencionar eso