Luciana miró a Mateo: —Mateo, ¿realmente puedes ser tan despiadado conmigo?
Mateo: —Vete ya. Si te queda algo de dignidad, no sigas persiguiéndome.
Mateo expulsaba a Luciana sin piedad.
Luciana se desesperó con Mateo. Sin importar cuánto se esforzara, el corazón de Mateo pertenecía a Valentina, irrecuperable.
—Voy a buscar a Valentina. ¡Valentina y yo vamos a registrar nuestro matrimonio!
Mateo tomó las llaves del coche y se dirigió hacia la salida.
Pero en ese momento, Luciana repentinamente se abalanzó sobre él, rodeando su cuello con ambos brazos: —¡Mateo!
Mateo se sobresaltó y rápidamente la apartó: —¡No me toques!
Luciana perdió el equilibrio y cayó sentada al suelo, en una posición bastante embarazosa.
Mateo se arregló el cuello de la camisa: —Luciana, ¡no vuelvas a Grupo Figueroa!
Dicho esto, Mateo se marchó.
Luciana, sentada en el suelo, miró con ojos fríos y venenosos en la dirección en que Mateo se había ido. En ese momento, sonó su teléfono. Era Irina.
Luciana contestó: —Hol