Héctor frunció el ceño: —Irina, abandona esa idea. Solo te veo como una hermana.
—Héctor, amas a Nadia, ¿verdad?
Héctor asintió: —Sí, la persona a quien amo es Nadia.
Irina retrocedió unos pasos, sin resignarse: —Héctor, no culpes a Luciana por esto. Fui yo quien le pidió que te drogara. Quería darme una oportunidad, aunque fuera como una polilla volando hacia el fuego. Si quieres castigar a alguien, castígame a mí.
Valentina pensó que Irina era realmente astuta. Decía esto deliberadamente: había protegido a Luciana porque sabía que Héctor no la castigaría a ella.
Héctor miró a Irina: —Irina, olvidemos este asunto. Vete, múdate de aquí.
Irina, profundamente decepcionada: —Bien, Héctor, me iré.
Irina se dio la vuelta para marcharse.
Luciana suplicó: —Irina, no te vayas. Papá, ¿realmente puedes ser tan despiadado con Irina?
Héctor la reprendió con frialdad: —Luciana, compórtate. Tu madre es Nadia. Si Nadia se entera de que me drogaste, ¿no crees que se sentiría destrozada?
Luciana sintió