Héctor sostuvo el teléfono.
— Luciana está conmigo. Reservaré un salón privado en el Palacio Dorado para el mediodía. Allí podrás encontrarte con Luciana.
Héctor hizo los arreglos.
Nadia estuvo de acuerdo.
— Bien, nos vemos al mediodía.
En ese momento, se escuchó una voz masculina joven del lado de Nadia.
— Hermosa, ¿adónde vamos ahora?
¿Hermosa?
Héctor frunció el ceño.
— Nadia...
Antes de que pudiera terminar su frase, se oyó un "tut-tut". Nadia había colgado.
Era evidente que, aparte de lo relacionado con su hija, Nadia no quería intercambiar una palabra más con Héctor.
Héctor suspiró resignado.
Irina, viendo la expresión sombría de Héctor, supo que era Nadia quien había llamado. En este mundo, solo Nadia podía causar tal conmoción en las emociones de Héctor.
Irina se acercó.
— Héctor, ¿era Nadia quien llamaba?
El corazón de Luciana dio un vuelco.
— Papá, ¿era mi madre al teléfono?
Héctor asintió.
— Sí, tu madre ha regresado al país. Al mediodía en el Palacio Dorado, he organizado vu