Ahora que Nadia había regresado, la situación se complicaba aún más para Héctor.
Irina, con voz suave, le dijo:
— Héctor, ¿qué te pasa? ¿Te duele la cabeza otra vez? Siéntate aquí, te daré un masaje.
Héctor sufría frecuentemente de dolores de cabeza, y por eso Irina había aprendido técnicas de masaje.
Pero Héctor la rechazó.
— Tengo que ver a Nadia al mediodía. Voy a mi estudio.
Héctor también subió las escaleras.
Irina observó cómo se alejaba, su corazón lleno de celos y resentimiento. Años atrás, cuando las familias Petro y Celemín se unieron en matrimonio, Héctor, como heredero de una poderosa familia, conoció a Nadia, de personalidad radiante y vivaz. Aunque exteriormente mantuvo la compostura, quedó cautivado por ella.
Durante los años de ausencia de Nadia, Héctor nunca dejó de buscarla a ella y a su hija.
¡Jamás cesó en su búsqueda!
Y ella, que había permanecido a su lado todos estos años, no había conseguido nada. La situación le resultaba insoportable.
Ahora que Nadia había reg