El rostro de Mateo se agrandó en la visión de Valentina. Él sujetaba su cintura y preguntó en voz baja:
— ¿Estás bien?
Habían pasado exactamente tres años desde que Valentina y Mateo se separaron. Al percibir nuevamente su aroma limpio y varonil, al caer otra vez en su cálido abrazo, Valentina se sintió momentáneamente desorientada.
Rápidamente volvió en sí y colocó sus manos contra el firme pecho de él, intentando apartarlo.
— Señor Figueroa, estoy bien, gracias.
Mateo no la soltó. Al contrario, estrechó más su delicada cintura.
— ¿En qué pensabas hace un momento?
— No pensaba en nada —respondió Valentina.
— Pequeña mentirosa. Claramente estabas pensando en algo. Valentina, estabas pensando en mí.
¡Valentina, estabas pensando en mí!
Sus cuerpos estaban ahora estrechamente juntos, la figura robusta y firme del hombre contra la delicada suavidad de la mujer. El ambiente se volvió íntimo, y Valentina se resistió.
— Señor Figueroa, ¡suéltame!
— ¿Y si no quiero?
Él simplemente no la soltab