Mateo inmediatamente levantó la mano para secar las lágrimas de Sofía. —Pequeña, ¿qué te parece si te compro una nueva?
Sofía negó con la cabeza. —¡No quiero! Solo quiero la que me regaló mi mami.
Era la primera vez que Mateo consolaba a una niña pequeña y se mostraba torpe y confundido. —Pequeña, ¿y tu mami? Voy a buscarla ahora mismo.
Sofía respondió entre sollozos: —Mi mami no está aquí.
Mateo no sabía qué hacer. —Pequeña, ven, te llevaré a buscar a tu mami y a tu papi.
Mateo levantó a Sofía en brazos. La pequeña apenas pesaba, y la sostuvo firmemente.
Sofía miró a Mateo y poco a poco dejó de llorar. Pensó que este tío era muy guapo y la había levantado muy alto, más alto que papi Daniel.
—Pequeña, si tu mami no está aquí, ¿dónde está tu papi? No habrás venido sola, ¿verdad?
Sofía respondió: —Tío guapo, no he venido sola.
En ese momento, Sofía escuchó la voz de Daniel, quien había regresado con el helado y, al no encontrarla en su asiento, la buscaba por todas partes. —¡Sofía! ¡Sofí