Daniela saludó: —Señora, Diana, buenas tardes.
Sandra estaba muy contenta: —Diego, ¿por qué no avisaste que Daniela vendría? Podríamos haber preparado más platos.
Diego quería decir que Daniela no iba a comer allí, pero ella se adelantó: —Señora, no soy exigente con la comida. Con tal de quedar satisfecha, está bien.
Sandra respondió: —Por supuesto que habrá suficiente.
Todos sonrieron felices.
Diego dijo: —Voy a darme una ducha.
Diego regresó a su habitación, abrió la regadera y se duchó con agua fría.
El afrodisíaco que Fabiola había preparado era realmente potente. Diego tenía experiencia en el mundo exterior y conocía estos métodos, pero al fin y al cabo era un hombre, y el efecto de la droga no era fácil de superar.
El agua fría salpicaba sobre sus músculos firmes y luego rebotaba. Cerró sus hermosos ojos.
De repente, la puerta se abrió y sonó la voz suave de Daniela: —Diego.
Diego no levantó la cabeza: —¿Hmm?
Daniela explicó: —La señora me pidió que te trajera ropa limpia.
Diego