Valentina y Daniela estaban acurrucadas bajo la misma manta, conversando sin dormir.
Daniela preguntó: —Valentina, ¿has conocido a ese tipo de chicos?
Valentina respondió: —¿Qué tipo?
En la mente de Daniela apareció aquel rostro apuesto de pelo corto: —Ya sabes, esos que son muy fríos y geniales. Sabe pelear muy bien, da un poco de miedo...
Valentina miró la chaqueta negra de béisbol colgada en el perchero, la que Daniela había llevado puesta y que había colgado cuidadosamente después de quitársela. Era evidente que pertenecía al chico que la había salvado.
Valentina sonrió: —¿Te refieres al guapo Diego?
Daniela asintió: —Sí, él.
Valentina le guiñó un ojo con complicidad: —Por salvar tu vida, ¿estás pensando en entregarte a él?
Daniela se sonrojó: —Valentina, ya no te cuento nada.
Valentina rio traviesamente.
Daniela le tapó la boca con la mano: —Valentina, no te rías.
Mateo estaba acostado en la cama. Afuera la lluvia caía intensamente. Valentina y Daniela yacían a su lado, susurrando