Mateo siempre había sido conocido por su fuerza implacable y su ira despiadada que helaba la sangre.
Los guardaespaldas se asustaron.
Los dos jóvenes ricos también quedaron atónitos, pero luego uno gritó, furioso:
—¿Qué están esperando? ¡Atrápenlo!
—Sí, señor.
Los guardaespaldas se lanzaron al ataque.
Cuando Valentina salió del vestuario, vio la batalla intensa frente a ella. Mateo peleaba contra diez hombres a la vez. Los hombres que él golpeaba salían volando contra la barra, haciendo que varias botellas de licor se rompieran por todas partes.
La gente huía aterrorizada.
—¡Pelea! ¡Hay una pelea!
Valentina no podía creerlo, mientras se cambiaba, Mateo se había metido en una pelea.
Últimamente peleaba con demasiada frecuencia.
Corrió hacia él.
—¡Señor Figueroa!
Mateo acababa de neutralizar a un guardaespaldas cuando la vio. Ella parpadeó con sus ojos brillantes, sorprendida.
—Señor Figueroa, ¿otra vez en problemas?
Él suspiró internamente. ¿Quién era realmente la que causaba problemas?