Mateo tenía la camisa y los pantalones ligeramente arrugados después de que Valentina se sentara sobre él, pero el ambiente del bar había cambiado, y eso solo añadía un aire de rebeldía y sensualidad.
No respondió a la pregunta sobre qué baile prefería. Simplemente tomó una botella y bebió todo su contenido de un trago.
Aitana estaba enojada. Aquella misteriosa bailarina había aparecido de la nada y, con su presencia, todos la habían olvidado como si fuera invisible.
Durante ese tiempo se había acostumbrado a ser una estrella rodeada de atención. La bailarina la había devuelto a la realidad y detestaba esa sensación.
Aitana rápidamente volvió a sentarse junto a Mateo.
—Señor Figueroa, yo...
Antes de que pudiera terminar, Mateo dejó la botella vacía sobre la mesa y se levantó, marchándose.
Se fue.
La había dejado sola.
—¿Por qué se fue el señor Figueroa? Joaquín, quiero el número de WhatsApp de esa bailarina.
—Olvídalo. El señor Figueroa ya la ha elegido.
—¿Cómo lo sabes?
—¿No viste los