Mateo se sobresaltó, Valentina yacía debajo de él, con su largo cabello negro esparcido sobre las sábanas que, por cierto, habían sido seleccionadas por la abuela para la habitación matrimonial. El contraste hacía resaltar su piel de manera seductora.
La sola idea de imaginarla así, tendida bajo otro hombre... Lo hizo apretar el puño. Quería explicarle que en realidad le había enviado medicinas, no hombres. Pero las palabras se le atoraron en la garganta.
—Quítate —dijo Valentina, mirándolo.
Pero él no se movió. Así que, ella comenzó a forcejear, le daba rabia pensar que, tan solo anoche, había llevado a Luciana a Villa Arcoíris y que ahora se comportara de este modo con ella. Le daba disgusto cualquier contacto físico con él.
—¡Mateo, quítate! ¿Te bañaste después de dormir con Luciana anoche?
Él seguía quieto, guardando silencio. Luego, sujetó las manos de Valentina contra la cama y le advirtió: —Deja de moverte.
Por supuesto, que no le hizo caso. Al contrario, luchó con más fue