Mateo abrió violentamente la puerta trasera del auto y, agarrando la ropa de Santino, lo arrastró hacia afuera.
—Señor Figueroa. ¿Qué hice mal para que esté tan enojado? Por favor. —El hombre temblaba de miedo.
Pero Mateo no le dio oportunidad de seguir hablando y le asestó un puñetazo.
Con un golpe seco, el cuerpo de Santino se estrelló contra el auto.
Los músculos de Mateo bajo su traje eran poderosos y definidos. Golpeaba a Santino una y otra vez, cada golpe conectando con su carne hasta dejarle la cara ensangrentada.
Santino ya ni podía suplicar.
—¿Con qué mano la tocó? ¿Está?
Le quebró la mano derecha sin más.
Santino se desplomó en el suelo, apenas consciente.
En ese momento, llegó Fernando con sus hombres. —Presidente.
—Ocúpense de esto. —Ordenó Mateo con voz fría como el hielo, sus facciones tensas.
Fernando asintió. —Sí.
Mateo dejó a Santino y se acercó a la puerta trasera del auto, mirando hacia el interior donde estaba Valentina. —Sal, te llevaré de vuelta a la universidad