Don Tigre ya se acercaba con sus hombres.
Mateo conocía a este don Tigre, segundo al mando en el bajo mundo, un hombre cruel con mucha sangre en sus manos. Estaba teniendo un encuentro con la mujer de su jefe cuando Valentina los descubrió.
Don Tigre no dejaría que ella saliera viva de allí. Había reglas en el bajo mundo: los legales y los criminales no interferían entre sí y Mateo no quería causar problemas.
—¡Don Tigre, son ellos! —Exclamó uno de los guardaespaldas mientras se acercaban.
Mateo se inclinó para capturar sus labios. Al percibir la cercanía de don Tigre, Valentina fue envuelta por un beso que nubló sus sentidos.
La besaba con ferocidad, como si estuviera descargando alguna emoción negativa, mordiéndola.
Sus pequeñas manos le empujaron el pecho, pero él la amenazó en voz baja: —¿Quieres morir?
No quería morir, pero tampoco quería hacer esto con él. —Me duele... Me estás lastimando...
Frunció el entrecejo, su cara arrugándose como una pasa, tan delicada, siempre tan frági