Luis preguntó:
—¿Por qué crees que estoy enojado?
Sara respondió:
—¡Sí, sé por qué estás enojado! Malinterpreté las cosas pensando que tenías otra mujer afuera, pero ese no es el punto. El punto es que no me puse celosa, ¿verdad? Sientes que no te valoro lo suficiente, que no me preocupo por ti, ¿es eso?
Luis soltó una risa de incredulidad. Pensaba que ella no lo sabía, pero resultaba que lo sabía todo. Bueno, claro, tratándose de alguien tan inteligente como ella, era obvio que lo descubriría.
—Sara, ¿qué estás queriendo decir ahora? ¿Acaso resulta que la equivocada no eres tú sino yo?
—No se trata de quién está bien o mal, sino de que... ¡Luis, estás actuando muy raro!
Luis se quedó paralizado.
—¿Qué?
Sara continuó:
—¿Por qué necesitas que te valore? ¿Por qué quieres que me preocupe por ti? Si fuera cualquier otro hombre, tal vez sería por orgullo masculino, necesitando que su esposa lo trate como un tesoro aunque no la ame. Pero tú eres Luis. Sé que siempre has desdeñado a las mujer