Luis apoyó las manos sobre la cama. Por el repentino jalón de ella, su atractivo rostro terminó pegado al suyo, a una distancia mínima.
Sus alientos se mezclaban. Luis captó su aroma.
No era el perfume de alguna fragancia artificial, sino ese olor corporal natural después de un baño. Una sensación muy dulce y delicada.
Luis recuperó el equilibrio y la observó.
—¿Qué estás haciendo?
Sara en verdad se había quedado dormida. Ahora tenía los ojos medio cerrados de sueño.
—Nada, solo te doy las gracias por traerme a la cama.
¿Estaba abrazándolo de forma tan sugestiva solo para darle las gracias?
Luis sonrió levemente.
—¡Tienes una manera muy particular de agradecer! Ya entendí, recibí tu gratitud. ¿Puedes soltarme ahora?
Sara no lo soltó. No quería desperdiciar esta oportunidad, así que se atrevió a alzar el rostro y plantarle un beso en los labios.
Luis se quedó rígido.
Sara le dio un beso fugaz y se separó para mirarlo.
Luis cuestionó:
—¿Y ahora qué estás haciendo?
Sara, con los brazos al