Este hombre corpulento de más de cincuenta años era la persona que Margot había contratado para fingir ser su padre apostador y violento.
Margot tenía el cabello despeinado y su ropa estaba siendo jaloneada por el hombre corpulento. Suplicaba con angustia:
—¡Papá, suéltame por favor! ¡Quiero estudiar aquí! Quiero ir a la escuela, ¡no quiero que mi vida se arruine!
El hombre corpulento maldijo:
—¿Para qué necesita estudiar tanto una muchacha? ¡El mayor valor de una mujer es casarse y tener hijos!
Margot mostró una expresión de miedo:
—Papá, ¿qué quieres hacer? ¿Acaso vas a presentarme otra vez a gente rara? Esas personas son como tú: apuestan o les gusta golpear a la gente. ¡No quiero conocerlos!
El hombre corpulento soltó una risita siniestra:
—Hija, alguien se fijó en ti y quiere darme treinta mil dólares de dote. ¡Treinta mil! Vente conmigo rápido para que te cases. Una vez casada, atiende bien a tu marido y trata de tener varios hijos varones —así podrás traer dinero constantemente