Nicolás se dirigió hacia la ventana del piso al techo para recomponerse.
Daniela lo miró y vio que tenía las manos metidas en los bolsillos del pantalón, sin saber qué estaba conteniendo. Sus hermosos ojos miraban hacia abajo, con una apariencia tan elegante como libertina que hacía que cualquiera se sonrojara al verlo.
Daniela apartó la mirada.
Nicolás se recompuso y luego dijo: —Pase.
Julio entró: —Presidente, la reunión de hoy está por comenzar, el señor Gómez de Evergrande ya llegó.
Nicolás asintió: —Bien, voy ahora mismo.
Julio se fue.
Nicolás se acercó a Daniela: —Quédate aquí quietecita. Si no te encuentro cuando regrese, estás muerta, ¿entendido?
Daniela no se atrevió a replicar y asintió: —Entendido.
Nicolás se fue.
Daniela se daba cuenta de que esta reunión era muy importante, pero aun así la había besado antes de la junta.
Daniela no sabía cómo había terminado otra vez en su oficina. Todo parecía haber comenzado porque se negó a tomar la pastilla.
Daniela puso la mano en su