El sonido de la puerta abriéndose no debería afectarme… pero lo hace.
—Adelante —dice esa voz. Grave, madura. corta que me hiela la espalda y me empuja hacia dentro, aunque no estaba segura de querer entrar.
Camino con la cabeza en alto, los tacones marcando un ritmo firme sobre el suelo. Me niego a mostrar flaqueza. Me niego a temblar. Pero apenas lo veo, de pie tras el escritorio, con su porte imperturbable y ese m*ldito magnetismo que nunca desaparece… algo se remueve dentro de mí.
Edward Valmont, luce exactamente como hace unas semanas, en la boda. Impecable. Con un traje gris oscuro a la medida, corbata sobria, camisa blanca que se ajusta perfectamente a su esculpido cuerpo. Se ve imponente, frío y centrado. Pero sobre todo, altivo.
«Tan apuesto como siempre»
Él no se inmuta al verme. No sé ve nervioso ni preocupado, solo mantiene una expresión neutral, contenida, que no permite lecturas. Y aún así, siento el peso de su presencia como si me hubiera clavado al suelo.
—Rosalie Sin