Observo una vez más el tramo de piel expuesta que dejan ver los dos botones abiertos de su camisa, mis manos tiemblan cuando empieza a desabrochar los demás. Porque lo que dijo es cierto, desde que lo vi en la alberca tengo el m*ldito deseo de sentir su piel marcada, de acariciar cada uno de sus músculos firmes.
«¿A quién engaño? esos pensamientos los tengo desde antes»
Uno a uno, los botones ceden bajo mi tacto, revelando su pecho firme, sus músculos tensos, la piel cálida que he imaginado más veces de las que me atrevo a confesar. Paso mi índice sobre su piel y la forma en que sus músculos se contraen ante mi toque me enciende mucho más, saber el deseo que provoco en un hombre como él hace que mis pupilas se delaten y que ansíe mucho más sentirlo.
Mi mano baja hasta su abdomen, y una vez más, mi mente viaja a ese momento, cuando ví su cuerpo en la alberca, esa espalda poderosa, el agua resbalando por cada curva de sus hombros.
Mi garganta se seca mientras mis manos acarician su p