—Maldito cabrón, hijo de puta, realmente te crees muy valiente, ¿eh? ¿Estás cansado de vivir?
—¿Crees que no te mataré hoy mismo?
Al oír esto, Federico, furioso, también se acercó y pateó violentamente a Anacleto varias veces.
—¡Qué abusivo! ¿De quién es este hijo? Tiene vida pero no educación, ¡no tiene modales en absoluto!
—¡Si realmente te atreves a hacerle algo a mi Larisa, no te dejaremos en paz!
Liliana escupió en la cara de Anacleto.
Y ni hablar de Larisa.
Estaba tan enojada que apretaba los dientes, con lágrimas temblando en sus ojos.
Faustino tampoco esperaba que, después de la paliza, Anacleto seguiría sin arrepentirse.
Y por su actitud, ¡realmente parecía dispuesto a hacerle daño a Larisa!
Faustino no podía estar en la escuela cuidando a Larisa todos los días.
Su mirada se volvió fría y tomó una decisión.
De una patada volteó a Anacleto, dejándolo boca arriba en el suelo, sacó unas agujas de acupuntura que llevaba consigo y las clavó en un punto de presión cerca de la vejiga