Faustino asintió y, con un brillo en los ojos, cambió de tema dirigiéndose a Mariana:
—Por cierto, Oficial Soto, ¿puedo pedirte algo?
—¿Qué cosa? Dime —preguntó Mariana con curiosidad.
—Como a veces estoy fuera mucho tiempo, ¿podrías asignar personal específicamente para patrullar Rosal? Es para que no molesten a Rosalba y las demás cuando no estoy —explicó Faustino.
—¿Ni siquiera necesitabas pedirlo? Ya di esas órdenes, y cuando esté libre, vendré a patrullar personalmente.
—Puedes estar tranquilo —respondió Mariana, mirando de reojo a Faustino.
—De eso se encargará el alcalde, ni siquiera tienes que organizarlo. ¡Y deja de poner esos ojos a Faustino! —intervino Ximena antes de que Faustino pudiera responder.
—Lo hago porque quiero, ¿te molesta? Hazlo tú también si quieres —replicó Mariana.
—Ay, sigan discutiendo ustedes, voy a dar una vuelta —dijo Faustino, necesitando tomar aire.
Por como iban las cosas, seguramente seguirían discutiendo, mejor mantenerse alejado.
Cuando Mariana y X