Faustino estaba a punto de continuar examinando las piedras de jade cuando Rafael y los trabajadores regresaron, sosteniendo varias piedras de jade cortadas, con expresiones de emoción y asombro.
—¡Señorita Ruvalcaba, tenía razón! ¡Maestro Faustino, realmente cumple su palabra! ¡Estas piedras de jade son exactamente como dijo el maestro Faustino!
Al oír las voces, Faustino supo que lo estaban sospechando de nuevo, pero no le importó. Los hechos habían demostrado su habilidad.
—¿Ya que saben lo hábil que es el maestro Faustino, por qué no se disculpan con él?
Daniela bromeó.
—Por supuesto, maestro Faustino, lo siento mucho. Fui yo, Rafael, quien no reconoció a un experto. ¡Acepte mis disculpas! ¡Esta noche invito al maestro Faustino a beber!
Rafael corrió hacia Faustino para disculparse.
—Es una pequeña cosa, no es necesario, no me enfado. Rafael, ve a organizar a la gente para que extraiga el jade. He terminado, quiero ir a casa.
Faustino sonrió ligeramente, sin darle importancia al as