Me arrodillé ante él para ayudarlo, pero el olor a alcohol me aclaró el porqué de su estado vulnerable.
—¡Emily, no te quedes ahí, tiesa! Ayúdame a meterlo al cuarto antes que alguien lo note.
Emily, aun con la boca abierta y con la cara transfigurada de la sorpresa, se acercó y me ayudo a adentrarlo en la habitación.
†††
Hacía frío y el viento incontrolable soplaba con inclemencia las copas de los árboles causando un silbido macabro, mi amiga tenía razón al referirse a esa noche como una noche sombr&iacu