Dos años atrás
Enrique Sandoval
Le calentaba las manos heladas a Melisa. Esta mujer era un témpano de hielo, por más que la carpa con el humo del agua que estamos hirviendo para mantener tibio el lugar le brinda algo de calor.
—Odio este lugar. Te juro, Niño, que ya quiero irme.
—¿Piensas dejarme solo?
—Tú disfrutas de esto, aunque digas que no, tú y Dante parecen uno solo. Desde esa pasada de obstáculos, cuando trabajaron entre los dos, lograron calmar los nervios de Dayana. Instruir a Liam y darme también seguridad a mí fue increíble. Yo no siento nada de amor por esto. Tomo el aprendizaje para saber sobrevivir en un entorno inhóspito, pero no lo deseo como parte de mi vida.
—Nos quedan tres semanas, Remilgosa.
Será reminalgona. Ahora no se le ve con el uniforme, pero sí que lo siento en las mañanas cuando amanecemos. Bueno, las he sentido en tres ocasiones que nos ha tocado dormir en manada. Pero por azares del destino siempre termina entre mis brazos y hoy… estaremos los dos solos