La señora Uribe sonrió con frialdad: —¿Y tus asuntos? ¿Esos sí se pueden ventilar? Fernando, ¿crees que no sé lo sucio que hay entre tú y tu secretaria? La tienes a tu lado quince horas al día, ¿por qué no te casas con ella de una vez?
Últimamente, Fernando estaba descontento con su esposa, así que soltó sin pensar: —¡Me encantaría!
La señora Uribe estaba a punto de estallar.
Alejandro salió de la habitación y les lanzó una mirada fulminante: —¿Se quejan de que Aitana no puede dar a luz? ¡Háganlo ustedes! En treinta años solo han tenido un hijo, Damián, ¿y tienen la osadía de criticar a otros?
La pareja no se atrevió a seguir discutiendo.
El edificio del hospital en la noche profunda parecía poblado de fantasmas.
Aitana, débil, tenía que apoyarse en la pared cada pocos pasos para descansar. Damián extendió la mano para ayudarla, pero Aitana lo rechazó con dureza.
Dijo: —Damián, no me toques, ¡estás sucio!
Los ojos de Damián se oscurecieron.
Llevaba casi 48 horas sin dormir, había regre