No se resignaba, no podía aceptarlo.
***
Al anochecer, Samuel regresó a casa.
Diana ya estaba dormida, Nadia lo esperaba sentada en el salón, con una empleada acompañándola que tejía un suéter para niños.
Samuel entró y puso una bolsa sobre la mesa de centro.
Nadia la tomó, la abrió para ver, debía ser ropa para Diana.
Miró a su hijo.
Samuel dijo con tono indiferente: —Me encontré con Esmeralda, dice que quiere ver a Diana, la rechacé.
Nadia puso la ropa de vuelta, pensó cuidadosamente y dijo: —¿Por qué regresó de repente después de más de un año sin aparecer? Escuché que ese hombre murió y heredó una suma de dinero. Mamá no te permite estar con ella.
Samuel no dijo nada.
Nadia preguntó otra vez: —¿Cómo van las cosas con Elia? Si tienen contacto por trabajo, insinúale un poco, no hablen solo de trabajo. Cuando tengan tiempo libre, invítala a tomar té, luego vayan al cine. ¿No es así como los jóvenes se enamoran?
Samuel sonrió levemente, sin decir nada.
Nadia se sintió culpable y no ins