La noche era profunda, y Aitana no concilió el sueño.
Una y otra vez repasaba las palabras de Damián en su mente.
Él dijo que solo había estado con ella, dijo que no vería más a otras mujeres, dijo que aprendería a ser un buen esposo.
Dijo: ¡Confía en mí!
Bajo la luz blanquecina, el rostro de Aitana se mantiene sereno: Damián, ¿podré confiar en ti una vez más?
En ese momento, fuera de la ventana, las nubes se arremolinan y a lo lejos se escucha el murmullo de un trueno.
...
Durante los dos días siguientes, Damián no llamó, y Aitana, por dignidad femenina, tampoco lo hizo.
El tercer día, Aitana se levantó muy temprano.
Bajó a desayunar y el personal de servicio se sorprendió:
—¿Va al hospital a visitar a la señora mayor, su suegra?
Aitana tomó un sorbo de leche y sonrió ligeramente:
—Mi esposo regresa de su viaje, voy a recogerlo al aeropuerto.
La empleada se alegró:
—El señor y la señora son realmente cariñosos entre sí.
Aitana no respondió. Terminó su desayuno y condujo ella misma has