Después de preguntar, la joven se veía inquieta.
En sus manos sostenía la tarjeta de salario de él.
El rostro joven de Theo estaba bañado por la luz matutina, suavizando su mandíbula angular.
La miró durante mucho tiempo antes de decir en voz baja:
—Jazmín, no tengo intención de jugar con el amor, además no soy una persona que se conforme. Quiero casarme porque encontré a la persona con quien quiero hacerlo, quiero poseerla pronto y pasar toda la vida con ella. ¿Lo que digo es suficientemente claro?
Jazmín negó suavemente con la cabeza, algo obstinada, algo tonta.
Theo sonrió, extendió la mano para revolverle el cabello, luego se acercó a ella, sus labios delgados rozaron los de ella en un beso fugaz. Cuando esa respiración ardiente aún no se había desvanecido, escuchó junto a su oído su confesión:
—¡Me gustas! Más que gustarte.
Jazmín se quedó aturdida.
Después de un rato, levantó suavemente la mano para tocarse los labios.
La voz de Theo se volvió súbitamente grave:
—¿Te emocionaste