A las ocho de la noche, Lucas regresó nuevamente a la mansión Mesa.
La villa estaba silenciosa, aún conservaba la tristeza por la muerte del amo de la casa. Aunque ya habían retirado las telas blancas y los lazos negros, esa tranquilidad sobria permanecía en todos los lugares, imposible de disipar.
El Bentley negro se detuvo, los empleados de los Mesa lo vieron y tentativamente lo llamaron:
—¿Señor Uribe?
Lucas sacó dos maletas del maletero, como si fuera a quedarse para siempre, dejando a los empleados de los Mesa atónitos. ¿El señor Uribe se iba a quedar a vivir aquí, iba a apropiarse de la esposa e hijos del señor Mesa?
Lucas dijo de mal humor:
—Ayúdenme a llevarlas al cuarto de huéspedes, el mismo donde me quedo siempre.
Los empleados se sintieron aliviados.
Noche de verano, brisa suave...
Lucas observó los alrededores, luego se dirigió al patio y se sentó en un pequeño columpio, el lugar favorito de las niñitas de la casa.
Se sentó y se meció suavemente. Al rato, una personita go