Capítulo 35
Hacía mucho tiempo que no lo abrazaba por iniciativa propia.

El hombre bajó los párpados, sus largas y densas pestañas se posaron sobre sus mejillas delgadas, temblando ligeramente, con un aire indefiniblemente masculino.

Media hora después, el auto de Damián se detuvo frente a un edificio de apartamentos de lujo.

Lía finalmente se había mudado de aquella mansión y ahora vivía en este apartamento de 260 metros cuadrados. Pasaba sus días sin hacer nada, solo iba a Grupo Innovar para marcar tarjeta, y luego se dedicaba a tratamientos de belleza y compras —la vida típica de una amante.

Milena ya estaba esperando.

Apenas se detuvo el auto de Damián, ella abrió la puerta para su jefe. Damián salió del vehículo frunciendo ligeramente el ceño:

—¿Ahora qué berrinche está haciendo?

Milena sonrió con resignación:

—Señor Balmaceda, como usted no contesta sus llamadas, ella se niega a comer o beber y está destrozando cosas. Ni siquiera Jorge y Victoria pueden controlarla.

Damián se detuvo un momen
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