Al anochecer, Damián finalmente regresó a la villa.
El reluciente auto negro brillaba tenuemente en el crepúsculo. Cuando se abrió la puerta, los tres niños corrieron hacia él.
Elia corrió a toda velocidad, Mateo se adelantó y ya podía cargar a su hermanita. Esperanza extendía sus bracitos, gritando "papá" con toda su fuerza. Cualquiera se habría enternecido, toda la fatiga se esfumó de inmediato.
Damián cargó a los tres niños por turnos, finalmente cargando a Esperanza y dándole un beso:
—¿Dónde está mamá?
Esperanza estaba muy bien cuidada, redondita, con su cabello negro cortado en media melena.
Con su manita regordeta señaló hacia arriba:
—Mamá... leyendo.
Damián acompañó a los niños un momento, se los entregó a los empleados y fue directamente al dormitorio principal del segundo piso.
Empujó suavemente la puerta, la sala estaba iluminada con una luz amarilla tenue.
Aitana llevaba un vestido de flores pequeñas, el cabello suelto, sentada junto a la lámpara de lectura hojeando un clá