Después de besarla lo suficiente, Damián aún no la soltó, sostuvo su delgada cintura y se pegó firmemente a ella.
Este tipo de abrazo hizo temblar a Aitana.
Durante mucho tiempo, Aitana no pudo reponerse, como si estuviera sumida en un sueño. Cuando finalmente volvió en sí, abrazó suavemente la cintura del hombre y apoyó su rostro en su pecho. A través de la delgada camisa, las temperaturas corporales de ambos se fusionaron en esa intimidad única entre esposos.
El cabello negro recogido de Aitana se había soltado y envolvía todo el cuerpo del hombre.
Damián extendió la mano y con cierta torpeza le recogió el cabello negro, lo aseguró suavemente con una liga y acarició su rostro luminoso. Su voz sonó grave y tierna:
—Bajemos.
Aitana levantó la mirada hacia los ojos de Damián.
Sus cuatro ojos se encontraron, llenos de un sentimiento indescriptible.
Después de muchos años, finalmente se habían convertido en verdaderos esposos, unidos para el resto de sus vidas.
Cuando bajaron, sus expresi