Manolo terminó de arreglar todo con esmero y al voltear lo vio, se acercó y le quitó el cigarrillo:
—Apenas se ha recuperado, debería evitar el tabaco y el alcohol.
Damián soltó una risa seca:
—¿Por qué no me lo recordaste antes?
Manolo habló con voz suave:
—Hace rato todos estaban contentos, no quise arruinar el momento.
Después de decir esto, ayudó a Damián a levantarse.
Damián rechazó cortésmente, luego recogió un juguete que Esperanza había dejado caer y subió lentamente las escaleras sosteniéndose del pasamanos. Manolo lo observó desde atrás, sonriendo y moviendo la cabeza.
La noche era suave y seductora. Damián fue al cuarto de los niños, revisó a Elia y Mateo, y entonces empujó la puerta del dormitorio principal.
La habitación tenía una luz amarillenta y tenue, con el dulce aroma de un bebé mezclado con una sutil fragancia femenina flotando en el aire. Debía ser el olor del gel de baño de Aitana después de su ducha, suave y muy agradable.
Aitana estaba recostada en el sofá leyen