Damián terminó de ducharse y se puso una bata blanca. Al levantar la mano, no pudo evitar mirar su brazo derecho dañado, que ahora estaba mucho más ágil, incluso podía escribir y firmar.
Al regresar a la habitación, primero fue a ver a Esperanza. En la cunita rosada, la pequeña dormía dulcemente. ¡Era su hijita!
Damián se inclinó para besar a la pequeña y Esperanza esbozó una sonrisa, probablemente sintió que papá la estaba besando.
Damián no pudo resistirse, le dio palmaditas suaves y tarareó un par de versos de una canción de cuna.
Esperanza durmió aún más profundamente.
La bebé quería a papá.
Aitana, sin levantar la cabeza, aprovechó para comentar:
—La vez pasada mi mamá dijo que tenía miedo de que te aburrieras en casa y que deberías hacer algo. Pero siento que te gusta mucho estar en casa acompañando a los niños.
Durante el día tomaba café, leía revistas, acompañaba a Esperanza.
Al atardecer, iba a recoger a los dos niños del colegio.
El día completo de Damián.
Damián dejó a la be