Los ojos del hombre se oscurecieron profundamente. Después de un momento, la soltó suavemente, con voz indiferente:
—¡Nada! Es que de repente me pareció que no estaba bien.
Aitana murmuró:
—Somos esposos.
Damián no dijo nada más, se acostó y dejó que ella lo ayudara a asearse.
Después de limpiarlo, Aitana le acomodó bien el pantalón del pijama y se dirigió al baño.
A sus espaldas, la mirada del hombre era inescrutables.
Cuando regresó a la habitación, vio que las sábanas del hombre estaban medio destapadas. Se acercó para arroparle bien, pero él le tomó la muñeca delicada con voz grave:
—Esta noche durmamos juntos.
Aitana no entendía lo que quería decir.
Damián habló con voz ronca:
—¿No somos esposos?
Aitana ya no se negó y sonrió:
—Voy a darme un baño.
Se tomó media hora para bañarse, claramente alargando el tiempo, esperando que cuando terminara Damián ya estuviera dormido. Sentía que después de la visita de Emiliano, Damián estaba muy diferente.
Cuando terminó de ducharse, se puso l