En la quietud de la noche profunda.
Damián, solo en el estudio, contemplaba la inmensa extensión de nieve mientras en su mente resonaba repetidamente la imagen de Aitana tratando de hablar, su rostro desesperado y lleno de lágrimas.
Aitana seguramente no podía aceptar su situación.
Damián miraba hacia la noche oscura, con expresión sombría e inescrutable—
Parecía que nunca había logrado hacer realmente feliz a Aitana. Siempre la hería, la decepcionaba, siempre la hacía llorar. Amar a alguien no debería ser así.
...
Por la mañana temprano, Damián no apareció.
Aitana se lavó sola y salió para comer algo. Estando embarazada, incluso si no tenía apetito, se esforzaba por comer un poco.
Abrió la puerta de la sala y quedó paralizada.
La abuela, con una cesta de bambú en una mano y sosteniendo a Nieve con la otra, estaba en la entrada mirándola con ternura.
Aitana permaneció inmóvil durante mucho tiempo, con los labios temblorosos.
Con voz distorsionada, llamó—
[Abue...la.]
La abuela entendió