El embarazo no había hecho que Aitana ganara peso.
Su espalda seguía siendo delgada y blanca, con el cabello negro sobre los hombros. El agua caliente corría por sus omóplatos, acumulándose en el pequeño hueco de su cintura, donde un tenue lunar rojizo destacaba hermosamente.
—Te ayudaré a lavarte.
Damián sostuvo el cuerpo de la mujer, queriendo ayudarla a asearse.
Pero Aitana se sobresaltó y por instinto le dio una bofetada.
Después de hacerlo, se apoyó contra la pared de cerámica tibia, observándolo con labios temblorosos. No podía oír, no entendía la intención de Damián. Temía que quisiera tener relaciones con ella, considerando que Damián llevaba mucho tiempo sin contacto íntimo.
El rostro apuesto de Damián quedó volteado por la bofetada.
—Bastante humillante.
Poco después, sonrió con ternura y autodesprecio, escribiendo algunas palabras en la palma de su mano.
Solo entonces Aitana comprendió que quería ayudarla a bañarse. Se negó, pero no podía resistirse a un hombre, especialment