Damián estaba pálido.
Ana dio un paso al frente, con expresión gélida y voz fría.
—Déjame decirte lo que ha pasado.
—Mientras regresabas a Palmas Doradas a consolar a esa mujer manipuladora, la señorita Balmaceda perdió la audición debido a un cambio de presión. La tormenta de nieve en Magnolia era tan fuerte, todo estaba cubierto de nieve y no podíamos encontrar un auto. Ingenuamente pensé: el señor Balmaceda está en el hotel, si le pido ayuda seguramente tendrá una solución, ¡siempre lo tiene todo bajo control!
—Pero usted había regresado a Palmas Doradas.
—Solo pude buscar a Leonardo. Él y Zarina llegaron a Magnolia esa misma noche. Leonardo, un hombre de más de cincuenta años, cargó a la señorita Balmaceda en brazos durante media hora hasta el helicóptero. La nieve tenía más de medio metro de profundidad. Cuando llegaron al hospital, la ropa de Leonardo estaba empapada y la mitad inferior del cuerpo de Zarina estaba entumecida, sin sensibilidad. Pero ninguno soltó a la señorita Bal