Damián estaba pálido.Ana dio un paso al frente, con expresión gélida y voz fría.—Déjame decirte lo que ha pasado.—Mientras regresabas a Palmas Doradas a consolar a esa mujer manipuladora, la señorita Balmaceda perdió la audición debido a un cambio de presión. La tormenta de nieve en Magnolia era tan fuerte, todo estaba cubierto de nieve y no podíamos encontrar un auto. Ingenuamente pensé: el señor Balmaceda está en el hotel, si le pido ayuda seguramente tendrá una solución, ¡siempre lo tiene todo bajo control!—Pero usted había regresado a Palmas Doradas.—Solo pude buscar a Leonardo. Él y Zarina llegaron a Magnolia esa misma noche. Leonardo, un hombre de más de cincuenta años, cargó a la señorita Balmaceda en brazos durante media hora hasta el helicóptero. La nieve tenía más de medio metro de profundidad. Cuando llegaron al hospital, la ropa de Leonardo estaba empapada y la mitad inferior del cuerpo de Zarina estaba entumecida, sin sensibilidad. Pero ninguno soltó a la señorita Bal
—¿Aún no es suficiente?—Mariana, ¿qué más quieres?...Originalmente, podría haber sido feliz.Aitana y su hijo estarían a su lado, rodeados de felicidad. Él, Damián, cargado de culpas, aún habría tenido la oportunidad de ser feliz.Ahora esa oportunidad se había esfumado. Tras los repetidos intentos de autolesión de Mariana, tras sus constantes caprichos irracionales, su paciencia finalmente se había agotado, y él y Aitana habían llegado a este punto.Damián habló en voz baja: —Mariana, estamos a mano.Se dio la vuelta y se marchó, dejando a Mariana llorando tras él, arrodillada en el suelo entre lágrimas: —Damián, Damián...Damián no volvió a mirar atrás....El equipo de especialistas seguía sin encontrar solución para la condición de Aitana.Lamentablemente, era demasiado tarde.Esta enfermedad neurológica causada por el clima y los cambios de presión era rara, y no había un tratamiento específico disponible. Además, Aitana estaba embarazada y no podían medicarla imprudentemente.
En la noche profunda, en la mansión de los Delgado.La luz de la luna atravesaba las cortinas de gasa blanca, derramándose sobre la cama de marfil, como si vistiera el cuerpo de la mujer con un manto de cristal lunar.Aitana dormía tranquilamente.Una figura esbelta entró siguiendo el sendero de luz lunar, caminando silenciosamente hasta la cama y agachándose con suavidad.Aitana, incapaz de oír, no percibió nada.Damián se arrodilló frente a ella, escuchando su respiración suave, observando su rostro ligeramente pálido. Después de reprimirse por mucho tiempo, finalmente levantó la mano para acariciar suavemente su frágil rostro—Si pudiera retroceder en el tiempo, aquella noche no habría regresado a Palmas Doradas, no habría dejado a Aitana, no la habría abandonado en la profunda noche, angustiada y sola.Cada vez que Damián cerraba los ojos, recordaba a Aitana hablando, recordaba su voz distorsionada, y un dolor inmenso invadía su corazón.—¡Perdóname!—Aitana, ¡perdóname!La voz de
Apenas cuatro años después de la boda, Damián Uribe ya mantenía un romance secreto. Aitana Balmaceda, sentada en el asiento trasero de su lujoso automóvil frente a una exclusiva villa en las afueras de Palmas Doradas, observaba en silencio el encuentro clandestino de su esposo.La joven, vestida con un delicado vestido blanco, irradiaba juventud e inocencia. Caminaban de la mano como dos enamorados, y Damián la miraba con una ternura que Aitana jamás había conocido.—Me duelen los pies, ¡cárgame, Damián! —suplicó la chica con voz melosa.Aitana pensó que él se negaría. Después de todo, Damián era conocido por su carácter distante y difícil; ni siquiera por su nueva amante cedería ante tal capricho. Sin embargo, lo que vio la dejó atónita: su esposo acarició suavemente la delicada nariz de la joven y, con una mezcla de deseo y dulzura, la levantó en brazos como si fuera el tesoro más preciado del mundo.La muchacha, con naturalidad, deslizó sus blancas manos por la nuca de Damián, acari
Aitana se aferraba a las sábanas, sus dedos dejando arrugas desordenadas en la tela. Incluso en ese momento, no pudo evitar pensar: ¿acaso su amante no lo había satisfecho? ¿Por qué hoy se tomaba el tiempo de besarla en lugar de ir directo al grano?No sentía nada, excepto repulsión. Se quedó inmóvil como un pez muerto, dejando que Damián hiciera lo que quisiera - total, no conseguiría engendrar un hijo de todas formas.Al principio, el estado semidesnudo de Aitana había excitado a Damián, pero ahora que yacía como un tronco en la cama... ¿qué hombre no perdería el interés? Era desalentador.—¿Por qué te niegas ahora? —preguntó Damián, con el cabello brillante de sudor y las mejillas enrojecidas.Aunque sus encuentros íntimos eran escasos, solían tenerlos algunas veces al mes, intentando concebir. Aitana, recostada en la almohada blanca, observó a este hombre al que había perseguido durante cuatro años. Estaba cansada, agotada, y quería vivir para sí misma por una vez.Pero Damián no l
Damián asintió levemente y Miguel sonrió con calma, dejando el espacio a la pareja que compartía lecho pero no sueños.Después de que Miguel se fue, Damián miró el atuendo de Aitana frunciendo sus cejas:—¿Por qué vistes así? Ve a cambiarte, iremos juntos a cenar a la casa familiar.Aitana sabía bien que esa cena era para fingir un matrimonio feliz, todo por las acciones que tenía el abuelo Alejandro. A veces pensaba que Damián era bastante contradictorio - aparentaba ser noble y virtuoso, pero en el fondo era más ambicioso que cualquiera, nacido para el mundo de los negocios.Accedió a cooperar - antes de dividir los bienes con Damián, los intereses eran la prioridad.Regresó a su oficina para cambiarse al traje y bajó con Damián en el ascensor exclusivo.Solo estaban ellos dos en el ascensor.Damián miró su reloj y dijo con frialdad:—Después de hablar con Miguel, supongo que habrás desistido de la idea del divorcio. Hoy sigue siendo tu día fértil, prepárate cuando lleguemos a casa.
A las nueve de la noche, dejaron la mansión de los Uribe.Mientras se abrochaba el cinturón, Damián preguntó con aparente casualidad:—¿De qué hablabas con Lucas? Parecían tener una conversación bastante animada.—Ah, sí —respondió Aitana suavemente—, hablábamos de tu primer amor.Damián guardó silencio. Después de un momento, tomó suavemente la mano de Aitana y, con una inusual ternura en su voz, dijo:—Nunca me he acostado con ella.Aitana se recostó en el asiento, con lágrimas contenidas en los ojos. Sabía bien que esta ternura de Damián solo se debía a que estaba en sus días fértiles; él solo quería plantar su semilla en ella. Nada tenía que ver con el amor, y menos con ella.Se preguntaba si Damián aún querría retenerla si supiera que no podía tener hijos, o si se apresuraría a firmar el divorcio para buscar a la siguiente mujer digna de ser la señora Uribe.Esa noche Damián se estaba esforzando, acercándose a ella intentando despertar su deseo. Aitana se sentía miserable. Su espo
Aitana sabía que al revelar la verdad, no habría vuelta atrás con Damián. Pero cuando la decepción en el corazón de una persona alcanza su límite, uno se vuelve temerario y desea abandonarlo todo.Mirando a su amado esposo, expuso cruelmente su herida ante Damián. Mientras hablaba, su corazón dolía hasta el entumecimiento:—Damián, no necesitas considerar nada más. No solo el cargo en Grupo Innovar, ni siquiera quiero mantener el título de señora Uribe, porque no puedo te...Las palabras "tener hijos" quedaron incompletas cuando sonó el teléfono de Damián.Sin dejar de mirar fijamente el rostro de Aitana, contestó la llamada. Era la voz angustiada de Milena:—Señor Uribe, la situación de la señorita Urzúa es crítica, venga rápido.—Entendido.Damián colgó y se dirigió a Aitana:—Hablaremos después —dijo, caminando hacia su Rolls-Royce negro, listo para partir.Aitana permaneció allí, mientras una ráfaga de viento nocturno la hacía temblar de frío.Primero murmuró su nombre, luego su vo