Ana podía beber muy bien, dos copas seguidas de licor blanco sin que su rostro enrojeciera. Todos aplaudieron.
Aitana salió rápidamente del reservado y corrió al baño, donde escupió todo el licor. Lo que había llegado a su garganta lo expulsó enjuagándose con agua del grifo, forzándose a sacarlo todo.
Cuando terminó, quedó completamente exhausta.
Esteban se sentía inútil. Aparte de saber algo de pelea y fanfarronear, no era tan capaz como Ana. Le dio palmaditas suaves en la espalda a Aitana y dijo con voz áspera: —¡En el futuro me esforzaré más! Me dedicaré a aprender para que no tengas que trabajar tan duro, y puedas disfrutar de una vida tranquila en casa.
Aitana levantó la cabeza y sonrió: —No exageres, parece como si tuviéramos algo real.
Esteban murmuró: —¡Es que lo tenemos!
Pensó un momento y agregó: —Lo que Damián puede hacer, yo también podré. Y en el futuro, seré aún más fuerte que él.
Aitana se sobresaltó: ¿Por qué mencionaba a Damián?
Aunque ya había escuchado que Damián lle