La noche era densa, como una melancólica canción de amor.
Damián permaneció inmóvil, viendo a Aitana alejarse.
Aunque fue él quien la abandonó primero, ¿por qué sentía algo cálido en sus ojos, a punto de derramarse, como si le oprimiera el pecho hasta dejarlo sin aliento?
¿No estaba ya preparado para esto?
¿No se había mentalizado para esta despedida?
Resultó que las despedidas no son para prepararse, sino para sufrir.
...
Damián salió del club, su ropa negra se perdió en la noche lluviosa, fundiéndose con la oscuridad. Subió al asiento trasero de su Rolls-Royce Phantom y le pidió al chofer que lo llevara al apartamento de Aitana.
La noche antes de partir, había cambiado especialmente el ramo de rosas y preparado un café de Colombia, el favorito de Aitana.
Después, sosteniendo esa taza de café, caminó de un lado a otro por el apartamento.
El equipaje para mañana ya estaba listo, el personal se había encargado de prepararlo todo. Seguramente no faltaba nada.
Pero Damián seguía sintiendo