Capítulo 150
El cuerpo de Damián se quedó rígido.Detrás de él, el llanto de Mariana era suave y seductor, poco a poco, derritiendo el corazón del hombre—

—Damián, la vida en Ginebra es tan solitaria.

—Me paro en el balcón del hospital y solo puedo ver el cielo y aquella iglesia. Cada día, acostada en la cama del hospital, escucho a las palomas de la iglesia volar, con sus aleteos, y así sé que es el amanecer. Cuando las palomas regresan, sé que ha caído la noche.

—Día tras día, mes tras mes, año tras año.

—Antes, cada mes podía esperarte, acumulaba durante todo un mes las palabras que quería decirte. ¿No sabes lo feliz que era en esos momentos? Aunque en tu corazón solo existían los negocios y el futuro de Grupo Innovar.

—¡Pero te entendía!

—Sin embargo, después dejaste de venir, porque tu esposa estaba disgustada.

—Damián, Lía murió, ¡ya no está!

—No encuentran un donante de riñón, y quizás, pronto yo también moriré.

—Damián, quiero quedarme en Palmas Doradas, no quiero morir sola en Ginebra, no q
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