Jorge quedó aturdido por el golpe.
Después de un momento, finalmente comprendió la realidad: Aitana era su hija. Era la hija de él y Zarina.
Jorge permaneció confundido por un buen rato, mirando a Aitana con lágrimas en los ojos. Cuanto más la observaba, más notaba que sus rasgos eran idénticos a los de su antiguo amor. Con voz temblorosa exclamó: —¡Eres mi hija, eres mi hija!
Su esposa estaba a punto de estallar.
Zarina se rio con desdén: —¿Con qué derecho la reconoces como hija? ¿No recuerdas lo que acabas de decir? Te aseguro que ajustaremos cuentas por cómo tú y tu esposa han maltratado a mi hija una y otra vez. Además, mi hija solo tiene un padre, y ese es Leonardo Delgado, únicamente puede ser Leonardo Delgado.
El rostro de Jorge se desmoronó. —¿Qué había dicho hace un momento?
Parecía que solo había asentido a unas cuantas frases, pero en ese momento no sabía que Aitana era su hija, ¡su hija menor!
Ahora que la verdad salía a la luz, estaba dispuesto a compensar todo. ¡Una famil